Los albores de la crítica literaria en Ecuador
Miguel Riofrío: la temprana crítica literaria del primer novelista del país
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Reconstrucción IA del Cuarto Aniversario de la Sociedad de Amigos de la Ilustración (1849) |
"La última pájina del despotismo en el Ecuador
es la primera de nuestra asociación literaria"
Miguel Riofrío, 1849
El primer poeta lojano era sobre todas las cosas un hombre de política, liberal y federalista, cuyo lente social ya esgrimió la crítica sobre la naturaleza de los partidos políticos (dividir o partir) a mediados del siglo XIX; su convicción lo llevó a soportar el exilio. Los "Apuntes de viaje" dan cuenta de las rutas que tuvo que tomar el Maestro para huir de la persecución política, ya que del otro lado tenía tras su cabeza al nada fácil y muy temido "Santo del Patíbulo", Gabriel García Moreno.
El poder conservador y los púlpitos nunca perdonaron la critica social que Riofrío insufló con la primera novela ecuatoriana "La Emancipada": 111 años estuvo esta obra varada sin que se haya preparado otra edición en su propia ciudad natal, y se volvió a imprimir por el entusiasmo de un coleccionista en 1974. Alguna vez, en uno de esos tristes eventos literarios en los que poco se discutiría si no fuese por la presencia de la UArtes y sus exponentes, propuse la ponencia "Del Realismo Social al Romanticismo Tardío en la literatura lojana" conjuntamente con Mateo Guayasamín, quien se centró en el estudio de las novelas "Naya o la Chapetona" y "Luzmila", posteriores a la novela de Riofrío por un lapso aproximado de cuatro décadas. Allí se me increpó sugiriendo que podría ser sola una percepción el tema de la censura contra Riofrío; empero, si no fuese así... ¿A qué se debe este movimiento "tardío" del romanticismo en los autores lojanos? Sin esta censura Agustín Cueva hubiese tenido menos que hablar de Juan José Mera y más de nuestro primer novelista. Incluso porque la novela "Cumandá" (propagandizada como la primera novela de país durante décadas) es en realidad una especie de respuesta que dialoga -aunque de manera antagónica- con la obra miguelina.
El círculo de mecenazgo que ha financiado la última obra de crítica literaria sobre Riofrío Sánchez, "El poeta, el escritor" de Hernán Rodríguez Castelo (2017) en la cual se estigmatiza la novela presentándola como una obra incompleta o apurada, viene casualmente de una institución clerical. Su prólogo parece centrarse más en Mera que en el propio Riofrío. Por otro lado, Flor Rodríguez-Arenas, autora de la edición crítica más cuidada que existe de esta obra (Stockcero, 2009) encuentra en ella el dominio de una serie de técnicas además de ubicar el hito histórico del realismo social en la novela ecuatoriana. Gran diferencia entre la mirada de una académica laicista y un académico que quiso ser jesuita (no olvidemos que el aliado político de Riofrío era el Gral. Urbina, el mismo que mandó a sacar del país a los jesuitas). A mi parecer, estos hechos configuran una crítica ideológica más que literaria de esa obra, que tiene a su favor el haber "desclasificado" la información sobre Riofrío también cautiva en los archivos de otra institución clerical... ¿Coincidencias?
Por esta razones, en un país que carece en gran medida de memoria histórica entre las mentes de sus ciudadanas/os, es un placer restituir el legado de un hombre que vivió el calor de sus convicciones y que aportó de manera significativa a la cultura ecuatoriana, y aún cuando muchos no entiendan el precio de estos silencios y estos olvidos.
El ensayo sobre el rol de la literatura
Antes de Miguel Riofrío, la crítica literaria en Ecuador posiblemente tuvo sus primeros antecedentes con Luis Chuzig, precursor de las letras ecuatorianas, y su obra titulada "El nuevo Luciano de Quito o despertador de los
ingenios quiteños en nueve conversaciones eruditas para el estímulo de
la literatura". Se trata de una obra dialógica en la cual se analiza sermones, y partiendo de ello se aprovecha para tratar temas como el de la educación americana y sobre la influencia jesuita en ella. Así mismo, entre los primeros números de "Primicias de la Cultura de Quito" (1792) se aportaron algunos artículos sobre literatura, cultura y educación. Otro gran antecedente viene por impulso de las guerras por la Independencia a principios del decimonónico, en donde la pluma y la voz de José Joaquín de Olmedo se desembarazó de la naturaleza pastoril que le precedía a este género en Ecuador a decir de Agustín Cueva, y los mensajes políticos expuestos en los poemas trajeron consigo la discusión sobre el propósito de la literatura en la sociedad.
Aunque se trata de un discurso pronunciado por el Doctor Miguel Riofrío durante el "IV Aniversario de la Sociedad de los amigos de la Ilustración" en en el convictorio de San Fernando de Quito el 04 de noviembre de 1849, se trata también de un texto de trece páginas en el que acentúa la relación entre literatura, política y sociedad. Para el pensador lojano la literatura influye en la política y viceversa; establece una dicotomía entre el mundo de las ideas y el imperio de los sentidos, atribuyéndole a los gobiernos que se guían por el pensamiento literario una consolidación mediante el uso de las ideas, mientras los segundos solo pueden llegar a la degradación. Entonces, la literatura era vista como instrumento para educar y civilizar, algo similar al concepto que tenía el peruano Manuel Ascencio Segura en Perú con el teatro, arte que también era muy importante para Riofrío por su calidad en retratar y corregir los problemas sociales, por lo cual tal vez fue vedado durante la noche oscura de la Colonia por y desde Fray Gaspar de Villarroel.
Otro punto importante en la retórica miguelina era la observación de una sentida ausencia de literatura nacional en Hispanoamérica, situación que solo podría traer consigo la abyección de las masas y que permite el ascenso de los caudillos militares en la política del país. Se inspira en la experiencia de la revolución francesa, en donde la literatura posibilitó el paso a la República, mientras en América las repúblicas carecieron de un bagaje literario sólido. Este enfoque es muy similar al que sostuviera Domingo Faustino Sarmiento ("Facundo", 1845), y que tal vez tiene como fuente principal el pensamiento de Andrés Bello, para quien la cultura y el lenguaje sirven para consolidar identidades nacionales. Otros escritores de la época como Esteban Echeverría (Argentina) y José María Heredia (Cuba) se pronunciaron por el menester de una literatura nacional que rompiera con la dependencia cultural de Europa y que reflejara las realidades del medio.
También veía en la fragmentación de los partidos políticos la imposibilidad para un despegue de la literatura pues tal división obstaculiza la creación y difusión de ideas literarias que pudiesen promover la cohesión social de la población nacional. En este sentido, José Martí también consideraba que la literatura podía ser un modo para superar las divisiones políticas y sociales. Como el liberal que en él se investía (la izquierda del siglo XIX), rechazó la censura como forma de control de la literatura -de la que fue víctima muchas veces- y propugnaba por el libre pensamiento. A su parecer las asociaciones literarias jugaban un papel estelar en el impulso del progreso literario: moderar los excesos y posibilitar el establecimiento de una sociedad más ilustrada.
En definitiva, los fines de la literatura para el primer poeta lojano superaban los aspectos estéticos, tenían una vinculación intima con los procesos políticos, sociales y culturales, y era una fuente importantísima para la reflexión ciudadana, una pieza irreemplazable para la construcción de una identidad y un Estado que pudiesen ser gobernados solo por el imperio de las ideas y el intelecto.
Ramiro Villamagua Vergara
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